martes, mayo 23, 2006

Mi único afán

Mi único afán es escribir frases que quemen los ojos, que transpiren a través de cada letra esta furia contenida, vomitar con ellas aquellos pensamientos que te dediqué (que os dediqué), y que no eran dignos de ti (dignos de vosotros).
Mi único afán es vivir deprisa para evitar contemplar cómo se van los días, para evitar mirar al otro lado del cristal e impedir que las imágenes que pasan a toda velocidad, como los fotogramas de una película basada en hechos reales, no acaben por embotarme en la idiotez del que espera permanentemente.
Mi único afán es obligarme a mí misma a no caer de nuevo en la tortura autoinducida, reprochándome el no haber asesinado a traición a mi otro yo ingenuo de una vez por todas.
Mi único afán es condenarte (condenaros) al olvido, sepultarte (sepultaros) bajo esa losa que tú mismo (que vosotros mismos) labrasteis de la piedra con esmero, con dedicación, con el cuidado y la meticulosidad con la que un herrero da forma al sable, golpeando el acero contra el yunque.
Mi único afán es guardar luto por ti (por vosotros). Todos los muertos se merecen un sepelio, y tú (y vosotros) no eres menos (no sois menos). A través de estas palabras correré la lápida bajo la cual se pudrirá tu recuerdo (vuestro recuerdo). Recuerdo que, por mucho que arroje puñados de tierra sobre él hasta ver mis manos sangrar, continuará expeliendo de cuando en vez ese olor dulzón y abyecto de cuerpo corrupto a que huelen los cementerios.

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martes, mayo 16, 2006

Mayo

Han pasado ya muchos años, muchos "sanisidros", muchas primaveras. Todo ha cambiado. Sin embargo, sigo asociando el mes de mayo a los domingos por la mañana en El Batán, a las fresas con nata (de tarrina) y a los trajes de comunión de las niñas que de pequeña observaba con el único objetivo de ir haciéndome una idea de cómo sería el mío para cuando llegara mi turno... que llegó, sí, claro... hace doce años.
Las fresas con nata (de tarrina) ya no han vuelto a aparecer por casa, mi madre ha preferido acompañar este postre con un insípido yogur. Por si fuera poco, hace dos años que las corridas isidriles ya no se exponen en El Batán, por culpa de la Lengua Azul. Por entonces, éste era el único contacto que mantenía con la taurina Feria de San Isidro, junto con el previo de las corridas "del plus". Veía la posibilidad de contar con una simple entrada para cualquiera de los 28 días como algo muy lejano. Pero la vida da muchas vueltas y gracias a mi amigo David Plaza he estrechado lazos con la venteña andanada del 9, a pesar de que esa vida haya querido girar un poco más a mi favor y no pueda acudir a la plaza tanto como me gustaría.
Los mayos ya no son mayos, ahora se han convertido en la antesala de lo que me espera una vez abandone la "charly". Sin embargo, hay algo en el ambiente que me sigue recordando a esos domingos de Batán, que me hace ver en la encimera de la cocina las fresas con nata (de tarrina) y que me me lleva a esbozar una ligerísima sonrisa al ver a una niña de comunión. Los años pasan... aunque yo no diría que en balde.

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viernes, mayo 05, 2006

Ostracismo para la literatura taurina

Escondidos, desordenados, amontonados unos encima de otros, ocupando una olvidada esquina de la segunda planta, condenados al más absoluto de los ostracismos. Así es como se encuentran los libros de temática taurina en una conocida librería madrileña que, curiosamente, pertenece a la editorial Espasa Calpe, la cual publica desde hace algunos años importantes libros especializados en el mundo del toro.
Tanto es así, que el sábado pasado estuve a punto de irme sin dar con lo que pretendía encontrar. Hace escasamente un año, estas obras estaban dispuestas sobre una amplia mesa a la vista de cualquiera y, de hecho, la primera vez que di con ellas me sorprendí al ver que disponían de una gran variedad de libros taurinos (aún no sabía que la Casa del Libro pertenecía a Espasa) Desde ese momento, la fiché como librería en la que poder adquirir este tipo de obras, a pesar de que sabía de la existencia de otras con más solera, aunque desconozca aún su ubicación exacta.
Mentiría si dijera que no sentí una particular indignación al encontrarme con tal panorama. Además, en parte me tocaba muy de cerca, puesto que entre esos libros estaba uno en cuya elaboración participé muy activamente. Sinceramente, creo que la literatura taurina no se merece este velado maltrato, causado por la hipocresía de una empresa que, en mayor o menor medida, se lucra a través de la venta de este tipo de obras.

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