Viernes, 15 de diciembre. Sevilla, Santa Justa. 10:20 horas.
El tren llega con puntualidad británica y los pasajeros, la gran mayoría hombres de negocios con grandes carteras y maletas de fin de semana, bajan al andén ordenadamente y se marchan cada uno hacia una salida distinta.
Yo busco tranquila las indicaciones que señalan la parada de taxis y me sitúo en la cola para tomar uno que me lleve hasta la calle Alfonso XII. Inmersa en mis pensamientos y agotada tras una noche de copas en la que no supe lo que era dormir, escucho de pronto una voz de hombre a mis espaldas: "¿Si? Hola. Soy Luis García Montero, llamaba para preguntar si ha llegado ya el artículo que envié".
Me paralizo. Necesito de unos cuantos segundos para asimilar la información que me llegaba a bocajarro y ya, siendo consciente de lo que estaba escuchando, me giro y compruebo, entre emocionada, sorprendida e incrédula, que sí, que se trata de él. Es el autor de "Habitaciones separadas", libro que llevo en ese mismo instante en la maleta con el objetivo de regalarlo.
Continúa hablando por teléfono, la cola avanza. Analizo la situación y pienso qué decir, qué hacer. Calculo el tiempo que me resta y por mi mente pasan frases que desecho de inmediato. Vuelvo a girarme y le miro a los ojos sin poder disimular mi turbación. Sin embargo, él continúa hablando por teléfono y mi educación me impide interrumpir.
Queda poco tiempo, el siguiente taxi es para mí y me doy cuenta de que algo así no volverá a repetirse, de que cuento con una oportunidad brindada de improviso que no se me puede ir de las manos. Sin pensármelo dos veces vuelvo a mirarle y le disparo la siguiente frase: "Antes de irme tengo que decirle que es usted mi poeta favorito". Él sonríe y con gesto sincero me da las gracias. Yo estoy dispuesta a meterme en el taxi cuando en ese momento es él el que reacciona: "Felipe, por favor, espera un momento". Llama mi atención y me pide que le dé dos besos. Tras ello, cierro la puerta y le indico mi destino al conductor.
Recorriendo las calles de Sevilla, congestionadas por un tráfico feroz, no paro de sonreír, tratando de asimilar lo que acababa de ocurrime. Para aquellos que no lo sepan, admiro como a nadie a Luis García Montero. No creo en las casualidad y es que, ¿sabéis?, mejor prólogo no pudo tener un fin de semana como el pasado. Por algo será.
Como la luz de un sueño,
que no raya en el mundo pero existe,
así he vivido yo
iluminado
esa parte de ti que no conoces,
la vida que has llevado junto a mis pensamientos...
Y aunque tú no lo sepas, yo te he visto
cruzar la puerta sin decir que no,
pedirme un cenicero, curiosear los libros,
responder al deseo de mis labios
con tus labios de whisky,
seguir mis pasos hasta el dormitorio.
También hemos hablado
en la cama, sin prisa, muchas tardes
esta cama de amor que no conoces,
la misma que se queda
fría cuanto te marchas.
Aunque tú no lo sepas te inventaba conmigo,
hicimos mil proyectos, paseamos
por todas las ciudades que te gustan,
recordamos canciones, elegimos renuncias,
aprendiendo los dos a convivir
entre la realidad y el pensamiento.
Espiada a la sombra de tu horario
o en la noche de un bar por mi sorpresa.
Así he vivido yo,
como la luz del sueño
que no recuerdas cuando te despiertas.
"Aunque tú no lo sepas"
Luis García Montero
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