viernes, febrero 23, 2007

Vivir contando los días

Nuevas formas de amar y de decirte lo que ya sabes reposan sobre la almohada a la 1:30. El hueco vacío de la cama es la cruz que carga el sueño siete horas cada noche. Vivir contando los días, la asignatura más difícil que queda para septiembre.
Un nombre de hostal, varias fechas y una calle. La luz amarillenta de una tenue farola que ilumina los pasos por las calles empedradas e irregulares de tu ciudad. Una copa que te doy a probar y un silencio de ojos que se encuentran. Retales estampados de pasado que se alternan en la memoria saltándose el protocolo 1440 minutos cada día.
¿Cómo estás? ¿Qué tal el día? Yo bien (te echo de menos), todo sigue como siempre. He escuchado una nueva canción (que me recuerda a ti), te la tengo que pasar, sé que te gustará. ¿No has cogido la guitarra? (me encanta verte tocar) No debes dejarlo. Hoy me han preguntado por ti (me han dicho que me ven más feliz), que cuándo vienes.
Y estiro palabras hasta que oigo "morena" y sé que la tregua termina. "Hasta mañana, descansa". Aprieto el botón del teléfono rojo para abrirle la puerta del cuarto a Ausencia, que regresa de dar su paseo nocturno. Antes de dormir, ella me cuenta un cuento que habla de un aprendiz de torero cobarde y de una gata que se conocen gracias a los avances de una época en la que les ha tocado vivir y en la que no se sienten. Nuevas formas de amar y de decirte lo que ya sabes reposan sobre la almohada a la 1:30.

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jueves, febrero 15, 2007

Still haven't found

Todo está oscuro. Acaba de abrir los ojos. La luz de las ocho de la mañana entra por la ventana de su cuarto, pero sigue sin ver nada.
Echa el pie con desánimo a la alfombra. Tambaleante, se coloca a duras penas las zapatillas de estar por casa y aún entre sueños se dirige hacia el cuarto de baño. Piensa: "¿Qué hay de bueno para hoy?" Responde: "Nada". "Entonces, ¿por qué despertar?" Responde: "No hay más remedio" Pregunta: "¿Hasta cuando?" Responde: "No lo sé".
Cabizbaja, coge braguitas limpias, el calefactor y abre el grifo de la ducha. El agua caliente no ayuda a desperezarse. Realmente no quiere hacerlo. Se reafirma en su idea de que son como pequeños plazos diarios que se da para retrasar el momento.
La leche caliente por la mañana, el cigarro después de salir de trabajar, la canción que escucha poco antes de acostarse, su sonrisa de medio lado. Poco más. Plazos, sólo plazos. Pequeñas muestras en sobres de plástico para comprar Felicidad.
La cuestión está en saber dónde se vende.

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