Chapeau, José Pedro
Supongo que me tiran las raíces. Si no ¿de qué? Yo soy más aficionada al toreo caro, al de detalles, al de estética, pero reconozco que este hombre pequeño y fibroso me hace no caber en mi asiento cada vez que logra una gesta como la de ayer, tirando de todo su oficio, demostrando que eso de que se mejora con el paso de los años, como los vinos, no es ninguna frase hecha.
Y es que le oigo contestar a las preguntas que le hacen entre barreras y sonrío para mí, porque así es como habla mi padre y todos aquellos que se criaron en este pueblo convertido en ciudad a las puertas de Madrid que es Fuenlabrada. Campechano, llano, honesto y sincero. Las tiranteces de los que se creen figuras no van con él, y es que todo lo que ha ganado en esta vida tiene el sello de su sudor, de su esfuerzo y de su sangre. Pertenece al grupo de "los otros".
Me encanta verle por la iglesia el Día del Cristo, como un miembro más de la Hermandad, como un fuenlabreño de los de toda la vida que se "maquea" en tal fecha para presentarle sus respetos al patrón de la ciudad. Me encanta ver a su madre, a "Anita la del Fundi", que vive en una casa baja de mi misma calle, como lo lleva haciendo desde que yo tengo uso de razón.
Sí, "Anita la del Fundi" y cuando la llaman así no se refieren a su hijo, sino a su difunto marido, porque el nombre de Fundi es un apodo que ha pasado de padres a hijos, un modo de distinguir a cada familia, al igual que yo soy "carraba" o "cascales" y otros son "mieleros" o "esquilas". ¿De dónde le viene a él ese "alias"? Pues ni idea, señores, si algún día lo sé, no se preocupen, que lo contaré.
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