miércoles, julio 25, 2007

Línea tangente

Volvió a verlo hace muy poco. Estaba sentado en una terraza, junto a su mujer. Parecían como uno de esos matrimonios bien avenidos que pasan en solitario la noche del sábado tónica en mano, viendo ir y venir a los jóvenes que, tímidamente, comienzan a transitar la zona de copas.
No le costó reconocerlo, a pesar del tiempo que había transcurrido desde que se vieron por última vez; por supuesto, sin dedicarse tan siquiera un leve gesto a modo de saludo. Seguía teniendo aquella cara de constante complacencia, aunque parecía que había ganado algo más de peso. Además, visto lo visto, resultaba evidente que el buen gusto a la hora de vestir se había ido al garete con su soltería.
“¿Cómo te llamas? ¿Mañana también vas a estar por aquí?” Y a aquellas preguntas formuladas siete años atrás respondía sorprendida una chica oronda con cara de cráter lunar, sin poder creerse aún receptora de ellas. Después llegarían otras caras, otras interpelaciones, otras circunstancias. Manos que amasaron el barro para contribuir a darle forma de mujer, mientras él blindaba su futuro entre chalés adosados y alianzas de oro. Ahora ya no queda crater, ni luna, ni preguntas, ni respuestas, ni tan siquiera el lugar en el que todo empezó.
Ella, en cambio, sigue queriendo fumarse la vida a grandes caladas del más puro tabaco negro. Nunca dejó de creerlo. Esa idea crecía con más fuerza a medida que conocía más detalles del irónico destino divergente que a ambos parecía esperarles. Su camino es una tangente que toca en un único punto la estática mesa que él ocupa y, mientras continúa hacia delante, volviendo el rostro con ojos disimuladamente extraviados, un pequeño proyecto de persona emite sus primeros latidos en el vientre de aquella por la que ahora ya no sería capaz de sentir el menor atisbo de envidia.

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lunes, julio 23, 2007

Camino de La Roda pasando por Ávila

No, no voy a decir nada de lo de Ávila. Para eso están otros mejor que yo, y alguno más que apunta su opinión. Aún así, tengo que decir que me gustó mucho El Juli. Yo, sí, que soy una tomasista declarada. En cambio, coincido con Rosa en que lo mejor de todo fue la buena tarde que se pasó entre amigos, a pesar de que un encantador abuelito, interesado en conocer la localidad que ocupaba Ángel Acebes, intentara aguarnos la fiesta (que no Fiesta, que esa ya estaba casi echada a perder por culpa del ganado) con clases de comportamiento cívico.
Cambiando de tercio de forma radical, paso a centrarme en las 7 maravillas de La Roda, iniciativa seguida por Pepino para criticar las grandes cagadas urbanísticas del Ayuntamiento rodense. Lo que no sabe es que aquí, en Fuenlabrada, también hemos tenido grandes ejemplos a seguir, y que el Consistorio pertenece, sin embargo, a distinto signo político. Pero bueno, ¡qué más da! ¿no?, Fuenlabrada era un maldito pueblo de labradores a los pies de Madrid y ya sabíamos todos que por esa razón su suerte ya estaba echada (léase con voz resentida, que no quiero malas interpretaciones).
En relación a las siete propuestas de Pepino no sé con cuál quedarme: ¿la rotonda galleta? ¿el abrevadero de Ramón y Cajal? El caso es que esas esculturas en la plaza de la Báscula, con posturas que invitan al mal pensamiento, también tienen su punto. ¿Vosotros que opináis? A mí me va a llevar un buen tiempo decidirme por una...

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jueves, julio 19, 2007

¿Alguien me regala un billete con destino...?

Toca meme. Me lo pasa Rosa y consiste en crear una lista de los lugares a los que te gustaría ir y aquellos a los que querrías volver. Por desgracia, no me he movido en demasiadas ocasiones fuera de la Península Ibérica y, realmente, mi currículum de viajes no puede ser más pobre. Sin embargo, de imaginación se vive y allá va mi repuesta:

Lugares a los que quiero viajar:
1. Cádiz
2. Lisboa
3. Italia y Grecia
4. Córdoba
5. Londres
6. Túnez / Marrakech / Turquía

Lugares a los que querría regresar:
1. Oporto
2. Praga
3. Viena
4. Covadonga, siempre.

No incluyo en esta lista a Sevilla porque, además de que volveré dentro de poco, es una auténtica obviedad.

Aquellos que queráis hacer el meme y paséis por mi blog os podéis sentir nominados.

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lunes, julio 16, 2007

Alatriste con patente de corso

Aunque a algunos les parezca un gilipollas y a otros un prepotente, yo bebo los vientos por Alatriste y, hasta el momento, me han enganchado como ninguno todos los libros que de él me he leído. Por eso los voy dosificando. Sería capaz de gastarme en un sólo día una considerable suma de euros sólo por hacerme con toda su obra.
Admiro a este cascarrabias, como diría Cuchillo, porque tiene arrestos para decir lo que casi nadie se atreve y porque me encanta su forma de contar las cosas. El día que se me pase por la imaginación, siquiera, algo similar a esto, podré morirme tranquila.

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viernes, julio 13, 2007

Montesinos desde la acera izquierda de la Avenida

Para vergüenza mía tengo que reconocer que, si hace año y medio me hubieran preguntado quién era Rafael Montesinos, lo más seguro es que habría puesto cara de polaco en mitad de una boda gitana. Claro, que tampoco sabía percibir el matiz existente entre “lo sevillano y lo hispalense”, y llamaba calle Constitución a lo que todo el mundo en la tierra de la Giralda conoce como la Avenida.
Por allí precisamente he estado paseando estos días. Mis acompañantes han sido aquel a quien no conocía y su etéreo, pero muy terrenal, amigo Porfirio. ¡Ambos han hablado de tantas cosas delante de mí! Pero las conversaciones siempre tomaban cuerpo con el telón de fondo de una ciudad que para Montesinos fue igual que el mar para Alberti.
Algo de todo esto ya sabía cuando hace un mes llegó por correo Diálogos en la acera izquierda de la Avenida, obra en la que se recopilan todo los artículos que Montesinos publicó en la edición sevillana de Abc desde enero de 1985 hasta marzo de 1986. En cambio, ahora, y después de haber llegado al final del libro, me doy cuenta de que el poeta que cantó a Sevilla desde el destierro madrileño se ha convertido en una especie de icono, de referente. Un compendio que resume y personifica todo lo que he aprendido en este corto espacio de tiempo, así como todo lo que me queda por saber todavía de la Muy Hipócrita, (como, según el autor, llama su amigo Antonio Burgos a Sevilla). Montesinos era, sin que yo pudiera saberlo, el baluarte de aquello que más tarde terminaría ensalzando de esa ciudad a la que admiraba desde la distancia y aún sin conocerla como yo creía.
Y, lo que son las cosas, yo también he recorrido muchas veces la Avenida junto a otro Porfirio, pero de carne y hueso y mucho más mesurado que el amigo imaginario del autor, o, al menos, eso me hace creer él. Sin embargo, me pongo a hacer memoria y me doy cuenta de que, después de cómo han dejado a esta Gran Vía sevillana las obras del alcalde Monteseirín, las últimas veces nos decantamos por tirar por el centro. Me gustaría saber qué diría Rafael al respecto…
P.D: Éste era el post anunciado.

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viernes, julio 06, 2007

Hablando de profesores...

Si tuviera que decirlo tal y como lo estoy pensando en estos momentos, todo se resumiría en un "lo flipo". La cuestión está en que el encargado de dirigir a partir de ahora el Ministerio de Cultura, César Antonio Molina, fue profesor mío en la Universidad Carlos III. La asignatura en cuestión fue de libre elección y se llamaba algo así como Historia y Teoría de los Medios de Comunicación y los Géneros Periodísticos, o eso creo. Para superarla, tuvimos que leer multitud de ensayos sobre televisión y otros tantos libros, entre los que se encontraban "El Eco", de Henry James, y "Las ilusiones perdidas", de Balzac (que no logré terminar a falta de unas veinte páginas, me aburría lo indecible).
En aquellos tiempos, Molina estaba al frente del Círculo de Bellas Artes, para pasar poco después a dirigir el Instituto Cervantes. Le recuerdo como un hombre que no movía un músculo de la cara para esbozar una mísera sonrisa y que, además, solía adoptar siempre un cierto tono de indiferencia ante los alumnos e, incluso, ante la materia que impartía, como si fuera una cantinela que estaba harto de repetir o de analizar. De todo lo que nos dijo a lo largo de aquel trimetre se me quedó grabada una frase por los efectos prácticos que tenía para mí por aquel entonces y que sigue teniendo ahora: "Los libros no pueden leerse en los medios de transporte. Hace falta silencio y tranquilidad para reflexionar sobre lo que se está leyendo". Lo cierto es que tenía razón, pero creo que no es necesario que diga que no le hago mucho caso, entre otras cosas porque, si así fuera, la lista de obras que han pasado por mis manos se vería considerablemente reducida por causas de fuerza mayor.
P.D: El post que anunciaba en mi anterior entrada, lógicamente, ha tenido que esperar.

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miércoles, julio 04, 2007

Maestros: recuerdos y olvidos

¿Cuánto aprendimos en la escuela? ¿Y en la universidad? Decidme, ¿alguno de vosotros se acuerda de hacer raíces cuadradas? Yo no, y os puedo asegurar que es una putada. Tanto tiempo estudiando, tantos conocimientos adquiridos para perderlos después poco a poco. Sí, sí, ya lo sé, que eso hace que vayamos creciendo como personas, que tengamos ciertas bases para después ir profundizando en aquellas cuestiones en las que más tarde nos queramos especializar, pero duele en el amor propio intentar hacer memoria de lo que eran las integrales y las derivadas.
Con la tabla química de los elementos se fueron los maestros que luchaban por abrir nuestras cerradas molleras de adolescentes con hormonas en efervescencia, pero otros, aquellos que optaban por un modelo distinto de educación, se ganaron con creces nuestra estima. "A ver, os voy a explicar en qué consiste la ley de la oferta y la demanda"- decía Luis Galiano, mi "profe" de Historia en 4º de ESO - "Joselito reaparece en Castellón después de estar un año retirado de los ruedos. ¿Pensáis que habrá mucha o poca gente que quiera comprar entradas?" Entonces comprendía que el guiño iba dirigido a mí, como en otras ocasiones se lo había brindado a algún que otro compañero, y así, a fuerza de acercarse a las circunstancias de cada uno de nosotros, conseguía centrar nuestra atención y nuestra curiosidad.
Por descarte inconsciente y por costumbre obligada, algunas materias se fueron quedando allá donde Cristo perdió las albarcas. Ley de vida, supongo. Sin embargo, gente como Galiano ha ido apareciendo por las esquinas sin la necesidad de ejercer la docencia ni de tener un título enmarcado en la pared del despacho. "Conozco gente muy culta que ni tan siquiera tiene el graduado", me dijo alguien una vez, y sé que muchos sabréis que eso es tan cierto como que la posesión de un currículum brillante no garantiza, en todos los casos, una gran capacidad intelectual.
¡Ojo! No pretendo hacer una crítica sin fundamentos del sistema educativo, ni tampoco me sale una vena anarquista inexistente que alguien, seguro, puede intentar vislumbrar. Tan sólo se trata de una pequeña e incompleta reflexión sobre lo que para mí supone un verdadero maestro. Además, esto sirve de prólogo para el siguiente post.

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