jueves, febrero 28, 2008

24 años

Las paredes estaban pintadas en verde y blanco. El suelo era de terrazo moteado. Los altos ventanales, de cristal esmerilado, sólo dejaban entrever las formas del exterior. Aún podría recorrer sin dificultad cada clase, llegando hasta el despacho del director, los baños o el aula de mecanografía. El olor a plastilina de la clase de parvulitos. La humedad que saltaba a la cara cada vez que bajábamos al gimnasio. Las espalderas, el potro y la colchoneta descansando en un oscuro rincón. Instrumentos de tortura para los que creíamos que nada bueno puede conseguirse poniendo el cuerpo del revés.
La medida de nuestro tiempo estaba marcada por lo mucho o poco que faltaba para la próxima excursión o para las vacaciones de verano. Llegar a 5º de EGB suponía un antes y un después en tu paso por el cole: por fin podías formar parte de la función de Navidad que organizaba cada año Doña Loli. "¡Salve, pastores de Judea! [...] ¿Habéis visto pasar por aquí una estrella nueva, distinta de todas las otras?"
Los veinte duros del abuelo daban mucho de sí. En cambio, las más de las veces solían intercambiarse por un buen manojo de chuches: una bolsa de Glubbins, otra de gusanitos, tres variedades distintas de regaliz, dos fresas, una moneda de chocolate y tres moras. Suficiente aprovisionamiento para afrontar a golpe de sonrisa el fin de semana.
Los domingos, en el campo. La paella con sabor a humo. Las ortigas. Recorrer caminos dando pedales, imaginando cómo será el sitio donde va a dar esa vereda por la que ahora nos llevan. ¿Un arroyo? ¿Una arboleda? Nada como Valdagueras. Luego, mientras los mayores se afanaban en plantar nuevas matas de sandía, yo me pasaba las horas balanceando sueños sobre aquel columpio rojo...

-¿Sabes que una parte del colegio es ahora es una tienda enorme de "todo a un euro"?
-¿Pero qué me dices, mamá?
- Ya ves...
Y cada día, camino de la estación, veo aquel solar donde me desollé las rodillas jugando al "rescate", donde crié fama parándolas todas cuando me ponía de portera, convertido en una maraña de malezas y desperdicios. A la vez, aquellos nombres y apellidos de compañeros que en su día aprendí de memoria comienzan a ser difíciles de recordar. Al comprobarlo, una extraña angustia, causada, quizá, por la certeza de que aquello que no se recuerda se convierte en algo que nunca ha existido, aparece en la boca del estómago.
Si sólo fuera eso... Ahora, sentada sobre el columpio rojo ya no podría mirar hacia arriba para ver pasar las nubes, como antes hacía. La vista, parecer ser, está tapada por la carretera que han decidido construir sobre la más ilustre representación de mis juegos de niña.


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martes, febrero 26, 2008

A un francés en los Carabancheles

Llevo dos días dándole vueltas a cuál sería la forma más adecuada de decirlo, pero veo que estoy perdiendo facultades. Por ahí me han pedido que escriba algo sobre un personaje determinado, y yo he respondido que no se merece cualquier bodrio sentimentaloide. Para juntar palabras que no harían más que unirse a la cantidad de desafortunados textos en versión Oráculo de Delfos del siglo XXI que le han dedicado desde hace un año, mejor dejar descansar al teclado. Pero no se preocupen, que ahora la cosa no va por ahí.

En esta ocasión, el que me ha hecho cavilar, el que me ha incitado a estrujar estas neuronas en la búsqueda de algo digno que brindarle, ha sido una de esas personas que, una lo sabe, va a encontrarse en muy contadas ocasiones a lo largo de su vida. No estoy diciendo que la gente magnífica no abunde por el mundo (¿lo dejamos en la mitad del personal?), sino que hay ciertos sujetos que pasan por nuestro lado sin hacer aparente ruido, pero activando unos extraños mecanismos perceptivos que anuncian a bombo y platillo que lo que hay allí se sale fuera de la norma.

El caso es que ha venido desde Francia para poner de acuerdo a todo el que lo escucha, exponiendo sus teorías con la serenidad propia de quien sabe muy bien cuál es el terreno por el que pisa, aceptando de buen grado las ideas contrapuestas, y haciendo del diálogo y la reflexión el eje sobre el cual todo gira. Sólo queda pedir que algunos no decidan celebrar el bicentenario del 2 de mayo emulando a los madrileños. Los franceses, en esta ocasión, vienen con ánimos de ayudar y pueden terminar, aburridos, por coger carretera y manta.

Y aunque ésto no sea lo más idóneo que escribir sobre él, El Mundo Por Montera tenía que dar cuenta del temblor sísmico de 7 grados en la escala Richter registrado este fin de semana, porque lo mejor de estos días, sin duda, ha sido conocer a Francis Wolff.

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miércoles, febrero 13, 2008

Me niego

Banderilleros sindicados, toreros comunistas, aficionados de izquierdas. ¿En qué queda la diversidad ideológica con noticias como esta? ¿Alguien se ha parado a pensar en el simple hecho de si a José María Aznar, por ejemplo, le gustaban los toros? Me huele en la nariz que la respuesta es negativa... Lo más triste es que haya algunos profesionales que se alegren de ello.
Yo, como joven aficionada a los toros, como persona que valora el justo equilibrio y que cree en la libertad ideológica, me niego en rotundo a que se me identifique como votante del Partido Popular por el único hecho de estar a favor de la Fiesta... o por creer en Dios. Antes de que las personas más conservadoras que entran en este blog se decidan a apuntarme con la escopeta, sepan ustedes que, si fuera el PSOE el que se adueña de una manifestación cultural con la cual me identifico, también alzaría la mano para poner objeciones.
Nuestras señas de identidad son de todos, y cada cual debe tener suficiente libertad como para alienarse o alejarse de ellas, sin estar coaccionados por un supuesto signo político que pretende ampararlas. A la hora de votar, una persona de 24 años piensa (o debería) en el mercado laboral al que tienen acceso los jóvenes recién licenciados, en el acceso a la vivienda, en la amenza del terrorismo, en la situación económica o en el bienestar social. De esta forma sólo se va a conseguir el absoluto rechazo de la parte contraria, porque en política parece ser que si uno se pone bajo una bandera blanca el otro se ha de colocar bajo la negra. Flaco favor el que nos hacen. Muy muy flaco.

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jueves, febrero 07, 2008

Cuestiones táuricas

1. Entre todo el lío formado y no formado tras el 5 - F, pasa demasiado desapercibida la noticia de que ese festejo fue, precisamente, el último para el picador mexicano Efrén Acosta.
Nunca voy a olvidar la tarde del 8 de octubre de 2000, en la que Acosta dio una auténtica lección sobre la suerte de varas frente a una corrida de Victorino Martín. Recuerdo perfectamente su forma de moverse por el ruedo, tan natural, y la seguridad con la que llamaba al toro, sentado sobre su silla de montar cubierta con un paño blanco. Ese día, la mayor ovación que tributó la plaza de Las Ventas, sin duda, se la llevó él. Era digno de ver el clamor con el que Acosta recorría el callejón, camino del patio de caballos. En cuanto a picadores se refiere, jamás he vuelto a ver nada igual y, de hecho, creo que es tarea harto complicada.
2. Cada día admiro más a Álvaro Acevedo.
3. Leo en una entrevista que Talavente concede a Benlloch en Aplausos: "Luce un look rompedor. Taurinamente cabría decir que disparatado. Muy Talavante. Desaliño indumentario, más tirando al jipismo que a la torería. Melena a su aire, muy revuelta - cuándo se habrá peinado por última vez, me pregunto al verle-, barba rala de varios días y un toque de abandono que lo hace diferente. Y me temo que no fuerza, sencillamente es así. No sé dónde va a parar esta nueva moda torera, tan alejada de lo clásico y tan histriónica, que traen los jóvenes". Varias cuestiones al respecto:
- "Y me temo que no fuerza, sencillamente es así": ¿Entonces? ¿Ser torero significa dejar de ser como uno es para adoptar unas formas impuestas y tópicas?

- "No sé dónde va a parar esta nueva moda torera, tan alejada de lo clásico y tan histriónica, que traen los jóvenes": ¿Dónde? Pues hacia delante. ¿Una barba crecida y un pelo revuelto son histriónicos? Cada día me cruzo con chicos así por la calle y no me da por pensar que son histriónicos, sino chavales normales. Lo dice una que admira la torería y rechaza la autenticidad de fachada.
4. Desearía poder hacerme un día una foto en la que pise una de las rayas de picar de La Maestranza con unas converse. Si lo logro, la subiré como imagen de perfil. No podría definir mejor este (hoy más que nunca) Mundo por Montera.

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