domingo, marzo 30, 2008

No hay nostalgia peor...

Entre la masa informe de rostros que se almacenan en la memoria, a veces, resalta uno. Entonces, coge las maletas y se instala en el cuarto de al lado durante un par de días. Corto espacio de tiempo. Suficiente, en cambio, para cuestionar el desarrollo de los acontecimientos que siguieron a su primera aparición. Por casualidad, la mayoría de las veces.
Tal vez sea verdad. Quizá Faulques tenga razón y todo no sea más que una serie de líneas, de figuras geométricas que desembocan en el acontecimiento final. Es posible que todavía Roma sea el destino de todos los caminos.
Da vértigo, aún así, pensar en todas las puertas que se cierran y que se abren. Todas las combinaciones necesarias para cada resultado. Por eso, con ayuda del rostro que viene de visita, es inevitable jugar a variar factores. Analizar un posible cambio del producto. Rebatir la teoría matemática.
Pero la ciencia es más fuerte. El rostro termina por dejar de nuevo libre la habitación de al lado. Volverá pronto. Él, al igual que unos cuantos más. Sin ellos, las líneas y las figuras geométricas habrían tomado longitudes y formas distintas.
Todos, tarde o temprano, acudirán en tropel para comprobar su parte de culpa en el resultado final.


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lunes, marzo 17, 2008

Luna de Parasceve

"En estos días no se razona. Se siente nada más. Se vive y no se recuerda. La Semana Santa no ha existido hasta ahora mismo. Queda lejana toda cuestión previa. Inútil buscarle raíces teológicas o tubérculos históricos. Nace la Semana Santa en sí, para sí y por sí. Es autóctona, autónoma y automática. Nace y crece como una planta. Dura siete días y en este tiempo germina, levanta el tallo, florece, fructifica y grana.
Acaba finalmente cuando el postre nazareno se descalza las sandalias y las envuelve en el último número de 'El Socialista'.
El último nazareno, sí tiene su historia y su filosofía. En pesados artículos doctrinales ha leido algo sobre Hegel. También sabe que existe la interpetación materialista de la historia. Pero ahora no se trataba de eso. No se trataba de Largo Caballero. Pero, ¡cuidado!, tampoco del Sumo Pontífice. Se trata de la Semana Santa.
La Semana Santa carece de antecedentes filosóficos y políticos. Es decir, no tiene antecedentes penales.
El último nazareno está contento. No siente haberle hecho traición a nadie. Ni siquiera a la Segunda Internacional. El es, primero, sevillano.
Por lo demás ha cumplido con su deber. En la puerta del Ayuntamiento unos jóvenes tradicionalistas gritaban: ¡Viva la Religión Católica Apostólica Romana! Y él fue uno de los diez mil que pusieron las cosas en su sitio:
-¡No! ¡Que viva la Semana Santa!"

Semana Santa: teoría y realidad
Antonio Núñez de Herrera
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Hace ya más de un día que la primera en Campana entró de nuevo en la Anunciación. La Amargura, la Paz, la Estrella, la Hiniesta... descansan arropadas por la oscuridad de sus templos, escuchando aún los ecos de las marchas tras los pasos y las voces, a la par imperativas y cálidas, de los capataces.
San Pablo se ha hecho mayor, desplegando colas de pavo real en este Lunes Santo que emite sus últimos estertores junto al Cristo del Museo. Aquel tras cuyos moldes - dicen - se arrojó al Guadalquivir Marcos Cabrera, seguro de no ser capaz de crear de nuevo obra similar ("fíjate en el escorzo de la cadera"), acaba de salir de la Catedral, buscando de nuevo la calle Alfonso XII. Tan lejos, ahora; tan cerca, entonces... conciliando el sueño con las notas de una banda, Virgen de las Aguas, en plano de fondo.
Y Santa Marta. Cómo pasarte por alto. Silencio en San Andrés. Río de túnicas negras de cola que anuncian sombras de misterio proyectadas sobre paredes encaladas, poco antes de doblar la esquina. Puertas que se cierran sin reverencia alguna hacia el personal. Ni algarabía ni fiesta. Retazos castellanos en el corazón de Sevilla. Preludios de Vera Cruz.
Llueve en Madrid. A quinientos kilómetros, los de la Candelaria, Santa Cruz y, por supuesto, los Estudiantes, deben de andar alzando, inquisitivos, la mirada -"otro año no, Señor" -, maldiciendo por no tener la capacidad de espantar nubes negras a fuerza de ganas.
Y yo, mientras, con impaciencia de "armao" contando los minutos que restan para la noche del Jueves. La Vieja Dama y yo tenemos antiguas cuentas que saldar a altas horas de la madrugá(da), a la salud de tantos años de imaginación y saetas lejanas en el silencio de una habitación.
Por fin, y si el tiempo no lo impide, Ella se desnudará ante mí bajo la luna de Parasceve.

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