Amargo
Era imposible. Un pase de las flores sin apenas terreno. Arena y cielo. Un golpear de pezuñas, un bufido en la cara. Ajetreo de capotes. Reflejos dorados. El equilibrio perdido y la piel desgarrada. Algo te dice que eches a correr, que lo olvides todo... O quizá ese no sea tu caso. Por eso aprietas los dientes, canalizas el dolor y sigues en pie. Roto, pero en pie. Y de nuevo, aquella tibia humedad buscando el camino más corto para salir de tu cuerpo...
Heridas abiertas más tiempo del deseado. Anestesia general, puntos de sutura, drenajes y curas. Otra vez, olor a aguja esterilizada por cada rincón del cuarto. Otra vez, observar la carne partida en espera de evolución. Otra vez, medicamentos administrados con puntualidad inglesa. Otra vez, El Greco pintando rostros con sonrisa.
Y ahora, el sabor es amargo porque antes lo fue dulce. Deseas volver a probarlo, al igual que en aquel día de junio. La gloria es adictiva. Solos tú y él entre tablas, tercio y medios. Conjunción perfecta que hace perder el sentido durante unos segundos. Breve cosmogonía cuyos ecos aún perduran por aquel tendido. Efímeros y eternos a partes iguales.
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