martes, enero 20, 2009

Para envolver la lechuga

Soy periodista en paro . Muy poco original, ya lo sé. Hay mucha gente que está como yo, y más ahora con esto de la crisis. Ajo y agua, por decirlo finalmente. Por cierto, ¿por qué están tan caras las judías verdes? La semana pasada estuve por aquí y el kilo me costó a euro y medio...

No es que sea demasiado selectiva, ¿sabe usted? A mí me da lo mismo prensa, radio, televisión o Internet. Bueno, en eso me tendría que poner más al día, porque lo mío siempre ha sido lo de redactar teletipos. Sí, estuve trabajando durante mucho tiempo en la Agencia Efe, ¿le suena? Ahora póngame cuarto y mitad de patatas… No, no. De esas no. De las que están a la izquierda, que las otras tienen pinta de llevar aquí más de quince días.

Nada, las nuevas generaciones, que dicen que vienen arrasando. Lo mío sí que era vocación. Quise ser periodista de guerra desde que levantaba un palmo del suelo. De esas que conectan con el telediario en directo, poniendo cara de circunstancias frente a un edificio hecho añicos por la metralla… ¿Que qué pasó? Pues que me salió la beca de Efe un año antes de terminar la universidad y allí me quedé. Además, eso de andar entre bombas todo el día tiene que ser la mar de engorroso…

¿Qué tal salen esas setas de ahí? Está usted seguro de que no son venenosas, ¿no? Porque mire que como me coja una intoxicación le puede salir muy caro, ¿me oye? Que todavía tengo contactos en alguna que otra redacción… Ya, esos amigos me podrían ayudar a encontrar un puestecito, ¿verdad? Si ya lo he pensado yo, no se crea usted que no, pero es que a veces la gente es muy desagradecida. ¡Con la cantidad de apuntes que le pasé yo a más de un hijo de mala madre!

Ahora, que de momento puedo ir tirando. He sacado un buen pico con el finiquito a los de la Agencia, por antigüedad. Más de diez años estuve allí pringando como una descosida. Teletipo arriba, teletipo abajo. Vamos, que me faltó el máster en televisión y tener un poco más de suerte para estar ocupando hoy el puesto de Letizia, que por un año no fue compañera mía de facultad, ¿sabe usted? ¡Ay, si es que las hay que nacen con suerte! Oiga, estas peras están un poco pasadas, ¿no? El olor que me viene desde aquí no es que sea muy bueno…

Pues sí, ya ve cómo están las cosas. Y como no tengo marido, ni pareja, ni nada que se le parezca pues tengo que tirar yo sola con la casa. Cien metros cuadrados. Es que cuando me la compré estaba segura de que iba a llegar bastante lejos, ¿sabe? Pero claro, que una no cuenta con que cualquier día puedan decirle dónde está la puerta, ¿entiende? Esas cosas les pasan a otros, pero no a ti. He pensado en escribir mis memorias de estudiante en la época de Felipe González, ¿cree que puede ser interesante? Y a ver cómo me prepara la lechuga, ¿eh? Que luego me pongo a picarla y todo son desperdicios. Al menos, supongo que no tendrá por ahí el Abc, ¿no? Lo de las grapas no viene demasiado bien para envolver la verdura…

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miércoles, enero 07, 2009

Un hilo de agua

No avanzábamos nada. Las luces de freno del coche que iba delante no se apagaban. No debí haber salido de casa con toda esa nieve por la carretera, pero ya era demasiado tarde. Lo peor no era eso, sino tener la calefacción estropeada. Seguro que si mi hermano hubiera estado en el coche se le habría hecho insoportable. En cambio, de pequeños, cada vez que llegaba al barrio una nevada extraordinaria, nos volvíamos locos lanzándonos bolas el uno contra el otro. Con el tiempo se hizo friolero, y prefería pasar las tardes de domingo leyendo a solas en su cuarto. Aquella luz de flexo escapando por debajo de la puerta... Al menos así era cuando todavía no me había marchado de casa, y seguía escuchando sus protestas cada vez que me dejaba el bote vacío de café en la despensa. Cosas de hermanos...
Sin embargo, de los dos, el perezoso era él. Me costó Dios y ayuda que encontrara una tarde libre para enseñarle mi coche nuevo, ese en el que seguía esperando a que el atasco provocado por la nieve terminara por diluirse. Creo que, en el fondo, le daba un poco de envidia; por eso de no tener todavía el carné de conducir. Ya le dije que se lo sacara despacio, que yo le echaría una mano en lo que necesitara, aunque nos viéramos tan de tarde en tarde. Pero no le dio tiempo a tomar en serio mi propuesta. No nos dio tiempo a ninguno de los dos. Alguien - o algo - había decidido que no, que menor no.
A lo lejos, los tejados a dos aguas de varias casas se apilaban en torno a la torre de una iglesia. La nieve también los cubría. Encendí un cigarro y me acordé de aquella chica que le levanté una vez. Yo sabía que le gustaba, pero era consciente de que no sería capaz de hacer nada. Su timidez no le habría dejado. Así que, como siempre, me aproveché de la situación y supe ser el más rápido. No hubo peleas, ni tan siquiera me pidió algún tipo de explicación. Tal vez pensó que era mejor callarse, que otra vendría tarde o temprano. Creo que fue precisamente por entonces cuando mamá empezó la reforma de nuestro cuarto.
Decidí entretenerme escuchando la radio, una emisora que ponía canciones de hace algunos años. Sonó "Sad eyes", de Bruce Springsteen. Springsteen... Sus discos siempre andaban revueltos sobre el escritorio de mi hermano. El cigarro se había consumido sin darme apenas cuenta. Noté el calor entre los dedos y, antes de que me quemara, lo tiré por la ventanilla. Los coches por fin avanzaron, pero no mucho; lo suficiente como para que la señal se perdiera. La canción apenas se intuía entre una maraña gris de sonidos difusos. Fuera, el sol había empezado a calentar la capa blanca, que iba perdiendo grosor poco a poco. Entre las ruedas, directo a la cuneta, corría un hilo de agua derretida.

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