martes, febrero 17, 2009

No quiero ser Jane Austen

Mira, me estoy volviendo loca. Se supone que hay que escribir algo, ya sabes, y no me sale una mierda. Planteamiento, nudo y desenlace. No empezar con una mañana al levantarse ni situar la escena en un bar. Hay que meter algún que otro indicio sobre el que se asiente la acción, y queda absolutamente prohibido terminar diciendo que todo ha sido un sueño. De cajón, ¿no? ¿Que es fácil? ¡Ja! Si fuera fácil no estaría yo ahora mismo soltando polladas, ni resumiendo en tres malditas líneas todo lo aprendido en cuatro meses.

Pero, ¿sabes qué? Desde la calle Embajadores venía yo pensando en cómo poder utilizar toda esta teoría para contar una historia que hablara de orgullos y de prejuicios, ¿me entiendes? Vamos, lo mismo que explicó una vez Jane Austen, pero sin hijas casaderas de familias venidas a menos ni ricos herederos de moral a prueba de manchas (¡Joder! ¿Cómo pude leerme eso?) Yo, más bien, pensaba en un relatillo que empezara diciendo algo así como 'al principio, me caías como una patada en el culo', que suena más auténtico. ¡Ah! Esa es otra movida, que, para escribir un cuento, éste tiene que tener un inicio con mucho gancho. Yo creo que, en esta historia, esa frase estaría bien para comenzar, ¿no? Luego, el texto debería mantenerse con algún que otro golpe de efecto. ¿Qué te parece si siguiera comentando que la culpa de todo la tiene un señor con cara de libro en blanco? Bueno, o casi en blanco, con alguna que otra línea escrita y un prólogo demasiado largo, demasiado vago, de esos que decides saltarte para entrar de lleno en la acción. Lo que pasa es que, a veces, para entender bien una novela, hay que leérselo todo desde el principio, ¿no crees?

Bueno, que me pierdo. Y ese es otro gran problema: el tener muchas cosas que contar. Así, a bote pronto, me apetece hablar de dos Jack Daniel's con hielo, por ejemplo. Es una buena imagen... Pero también podría serlo la de un ramito de siemprevivas. Y aquí meteríamos un buen símbolo, el de las siemprevivas. Eso está bien, ¿sabes? Hay gente que puede no pillarlo, pero ahí queda para el que quiera entenderlo... Y es que no es lo mismo hablar de siemprevivas que de crisantemos, ¿a que no? De la misma manera que no es igual tomarse un Viñas del Vero de uva impronunciable que un Protos de origen dudoso, ¿entiendes?

Y luego está lo del final. Eso es lo que a mí más me cuesta. ¿Por qué? Pues porque es muy fácil el meterse en una historia, ¿sabes? En un primer momento, se te pueden ocurrir muchas ideas. No es demasiado complicado el componer un buen inicio, pero el final... El final es otra cosa. Te lías, te lías y luego no sabes por dónde seguir, ni qué hacer para que los personajes y la trama mantengan vivo el relato. Pero te digo una cosa, en clase tenemos pensado escribir algo en común. Yo creo que puede resultar bastante interesante, ¿tú qué piensas? Y es que, ahora mismo, mi problema es otro, porque me temo que esta historia en la que venía yo pensando desde Embajadores no voy a poder escribirla sola. ¿Te importaría echarme una mano?

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