Vivir contando los días
Nuevas formas de amar y de decirte lo que ya sabes reposan sobre la almohada a la 1:30. El hueco vacío de la cama es la cruz que carga el sueño siete horas cada noche. Vivir contando los días, la asignatura más difícil que queda para septiembre.
Un nombre de hostal, varias fechas y una calle. La luz amarillenta de una tenue farola que ilumina los pasos por las calles empedradas e irregulares de tu ciudad. Una copa que te doy a probar y un silencio de ojos que se encuentran. Retales estampados de pasado que se alternan en la memoria saltándose el protocolo 1440 minutos cada día.
¿Cómo estás? ¿Qué tal el día? Yo bien (te echo de menos), todo sigue como siempre. He escuchado una nueva canción (que me recuerda a ti), te la tengo que pasar, sé que te gustará. ¿No has cogido la guitarra? (me encanta verte tocar) No debes dejarlo. Hoy me han preguntado por ti (me han dicho que me ven más feliz), que cuándo vienes.
Y estiro palabras hasta que oigo "morena" y sé que la tregua termina. "Hasta mañana, descansa". Aprieto el botón del teléfono rojo para abrirle la puerta del cuarto a Ausencia, que regresa de dar su paseo nocturno. Antes de dormir, ella me cuenta un cuento que habla de un aprendiz de torero cobarde y de una gata que se conocen gracias a los avances de una época en la que les ha tocado vivir y en la que no se sienten. Nuevas formas de amar y de decirte lo que ya sabes reposan sobre la almohada a la 1:30.
Etiquetas: Ocnos, Una mirada tuya bastará para sanarme