Montesinos desde la acera izquierda de la Avenida
Para vergüenza mía tengo que reconocer que, si hace año y medio me hubieran preguntado quién era Rafael Montesinos, lo más seguro es que habría puesto cara de polaco en mitad de una boda gitana. Claro, que tampoco sabía percibir el matiz existente entre “lo sevillano y lo hispalense”, y llamaba calle Constitución a lo que todo el mundo en la tierra de la Giralda conoce como la Avenida.
Por allí precisamente he estado paseando estos días. Mis acompañantes han sido aquel a quien no conocía y su etéreo, pero muy terrenal, amigo Porfirio. ¡Ambos han hablado de tantas cosas delante de mí! Pero las conversaciones siempre tomaban cuerpo con el telón de fondo de una ciudad que para Montesinos fue igual que el mar para Alberti.
Algo de todo esto ya sabía cuando hace un mes llegó por correo Diálogos en la acera izquierda de la Avenida, obra en la que se recopilan todo los artículos que Montesinos publicó en la edición sevillana de Abc desde enero de 1985 hasta marzo de 1986. En cambio, ahora, y después de haber llegado al final del libro, me doy cuenta de que el poeta que cantó a Sevilla desde el destierro madrileño se ha convertido en una especie de icono, de referente. Un compendio que resume y personifica todo lo que he aprendido en este corto espacio de tiempo, así como todo lo que me queda por saber todavía de la Muy Hipócrita, (como, según el autor, llama su amigo Antonio Burgos a Sevilla). Montesinos era, sin que yo pudiera saberlo, el baluarte de aquello que más tarde terminaría ensalzando de esa ciudad a la que admiraba desde la distancia y aún sin conocerla como yo creía.
Y, lo que son las cosas, yo también he recorrido muchas veces la Avenida junto a otro Porfirio, pero de carne y hueso y mucho más mesurado que el amigo imaginario del autor, o, al menos, eso me hace creer él. Sin embargo, me pongo a hacer memoria y me doy cuenta de que, después de cómo han dejado a esta Gran Vía sevillana las obras del alcalde Monteseirín, las últimas veces nos decantamos por tirar por el centro. Me gustaría saber qué diría Rafael al respecto…
Por allí precisamente he estado paseando estos días. Mis acompañantes han sido aquel a quien no conocía y su etéreo, pero muy terrenal, amigo Porfirio. ¡Ambos han hablado de tantas cosas delante de mí! Pero las conversaciones siempre tomaban cuerpo con el telón de fondo de una ciudad que para Montesinos fue igual que el mar para Alberti.
Algo de todo esto ya sabía cuando hace un mes llegó por correo Diálogos en la acera izquierda de la Avenida, obra en la que se recopilan todo los artículos que Montesinos publicó en la edición sevillana de Abc desde enero de 1985 hasta marzo de 1986. En cambio, ahora, y después de haber llegado al final del libro, me doy cuenta de que el poeta que cantó a Sevilla desde el destierro madrileño se ha convertido en una especie de icono, de referente. Un compendio que resume y personifica todo lo que he aprendido en este corto espacio de tiempo, así como todo lo que me queda por saber todavía de la Muy Hipócrita, (como, según el autor, llama su amigo Antonio Burgos a Sevilla). Montesinos era, sin que yo pudiera saberlo, el baluarte de aquello que más tarde terminaría ensalzando de esa ciudad a la que admiraba desde la distancia y aún sin conocerla como yo creía.
Y, lo que son las cosas, yo también he recorrido muchas veces la Avenida junto a otro Porfirio, pero de carne y hueso y mucho más mesurado que el amigo imaginario del autor, o, al menos, eso me hace creer él. Sin embargo, me pongo a hacer memoria y me doy cuenta de que, después de cómo han dejado a esta Gran Vía sevillana las obras del alcalde Monteseirín, las últimas veces nos decantamos por tirar por el centro. Me gustaría saber qué diría Rafael al respecto…
P.D: Éste era el post anunciado.
Etiquetas: Jugando a ser cultureta, Ocnos
1 Comments:
Para conocer las ciudades hay que vivir en ellas. Un beso
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