miércoles, octubre 31, 2007

Puches Vs. Halloween

"... La calle Menéndez Pelayo dirección Alcalá presenta tráfico fluido, mientras que la circulación se encuentra retenida en el enlace con la M-40 del Nudo Norte. Esto es todo desde la Dirección General de Tráfico. ¡Feliz Halloween!"
Y entonces, dejé de estirar las arrugas de la cama, mirando a la radio con cierto aire de fastidio e incredulidad: "¿¿Qué?? ¿¿Feliz jalo qué??" Por un momento creí que había sintonizado mal y, que por extraños poderes de las ondas hertzianas, mi minicadena había dado con una emisora en castellano del otro lado del charco, pero no: eran los 40 Principales.
Muy lejos de cubrirme enterita con los rollos de papel higiénico que haya por casa; sin intenciones de cardarme el pelo, desgarrarme la camiseta, ni pintarme unas ojeras que lleguen hasta el suelo; con el nulo propósito de convertirme por un día en Morticia Adams, para mí, esta noche, no será ni mucho menos la de Halloween.
En cambio, mañana, sí celebraré el Día de Todos los Santos, visitando a mis difuntos en el cementerio. Comprendo que a muchos les dé mal bajío sólo el hecho de pensar en cruzar el umbral del camposanto. Por otra parte, me consta que seremos bastantes los que cumpliremos con una tradición que parece que tiene poco atractivo frente a otras, que también tocan el tema de la muerte, pero de una forma mucho más light.
En la puerta de mi casa no habrá calabazas con velas, y espero que ningún niño se atreva a llamar para decirme aquello de trick or treat porque, además de echarle con cajas destempladas, lo único que podría ofrecerle serían unas pocas puches, una especie de gachas que las mujeres fuenlabreñas siempre han elaborado para estas fechas, a base de harina, azúcar y agua de anís.
Aquí, lo de rondar las casas para sacar algo a sus dueños siempre ha estado relacionado con el aguinaldo navideño, pero ya ni eso queda. En cambio, como sigamos con estas, me parece que voy a terminar viendo a mi padre trinchar un pavo el Día de Acción de Gracias.

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martes, octubre 30, 2007

Myspace de consolación

Que Ruibal toque tres veces en una misma semana por los madriles y no pueda ir a verle es igual que si José Tomás o Morante se anunciaran tres tardes en Las Ventas y no consiguiera entrada para ninguna corrida.
Al menos, hemos descubierto que por la Red anda una nueva página del autor, complementaria a esa otra "no oficial pero consentida". Ruibal se nos ha sumado al carro del "myspace", siguiendo con su costumbre de ser un músico de mente abierta, un tipo tan normal como genial cantautor.
Os recomiendo que escuchéis cualquiera de las cuatro canciones que se incluyen en la web. Por cierto, ¿a alguien le suena de algo la de "Isla Mujeres"?

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sábado, octubre 27, 2007

Time of your life

Quizá, uno de los tópicos literarios más manidos sea el de Carpe diem. Es himno de los niñatos a los que les va el rollo desfase con los colegas los fines de semana, flipar con su tunning por las calles de la ciudad, y poner a Camarón o un poco de hardcore a toda hostia en la radio del coche. Lo usan como subnick en el Messenger, intentando recordar lo poco que se les quedó de clase de Cultura Clásica o Literatura en el instituto, sin saber muy bien si era una frase griega o latina. Lo sé de buena tinta.
Carpe diem viene a resumir también muchos de esos e-mails que ya me he cansado de abrir y decido marcar como eliminado sin pararme a leerlos tan siquiera. Sí, esas estupendas presentaciones de Powerpoint con música de Enya, paisajes idílicos y consejos budistas o del psicólogo de la esquina. No sé cómo existe ser humano en el planeta capaz de soportarlos y, mucho menos, de reenviarlos o, lo que es peor, de hacerlos.
Beatus ille, Ubi sunt? o bien Tempus fugit son, en cambio, los que más interesantes me han parecido siempre. Sin embargo, parece ser que Carpe diem se ha puesto celoso, y va pidiendo una reinterpretación propia a grito pelado. Me ha confesado que está harto de que se le use de cualquier modo. Me parece que lo que necesita es que los que quieran colocarse bajo su nombre, sepan utilizar el tiempo a su favor y no que lo utilicen como excusa para ponerse hasta las trancas de... de cosas que no se encuentran en la farmacia. Me ha dicho que si le puedo echar una mano. De momento, lo estamos intentado, a ver qué sale.

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martes, octubre 16, 2007

La sonrisa de Cádiz


Como cogida por alfileres al resto del continente, la ciudad más sabia (por vieja) de Europa sigue adentrándose en el mar con valentía, impasible ante las embestidas de su Levante y de la Fortuna. Ni las guerras, ni los saqueos, ni las explosiones, ni los maremotos, ni el paro, ni el declive de los astilleros, ni la pobreza que a día de hoy continúa mordiéndole los talones, han impedido que Gades, que Cádiz, siga mostrando su mejor sonrisa a todo aquel que quiera mirarla. (El slogan con el que pretende darse a conocer en el sector turístico no puede ser más acertado) Si no, ¿cómo una ciudad que se hunde ante los malos tragos de la Historia puede hacer del Carnaval su mayor fiesta? Sin embargo, también grita… Digo, canta. A base de hilar fino con el don de su ironía, cada año se sube al escenario del Gran Teatro Falla para poner letra y música a la crítica popular, convirtiendo canciones en auténticas columnas de opinión de diente retorcido y dobles intenciones.
Prima hermana de Oporto y de La Habana (ya saben, La Habana es Cádiz con más negritos, Cádiz es La Habana con más salero), esta vieja dama de belleza decadente carga a la espalda sus tres mil años de vida, afanándose por retener antiguas glorias pasadas en un entramado de calles adornadas con muros de pintura desconchada y miradores blancos de maderas astilladas por el salitre del mar.
Y aunque en sólo dos días no se puede conocer una ciudad, sólo intuirla, comenzamos inspeccionando el terreno por El Pópulo, donde campamos a nuestras anchas con ese ambiente algo alternativo que se vive de noche en este barrio medieval. El Pay Pay “abrió sus puertas, irreverente”, no a la hora en la que hacían los grises su último turno, por fortuna, pero sí una antes de que comenzara el concierto de un cantautor gallego llamado Andrés Suárez, que terminó metiéndose a los gaditanos (y algún que otro no gaditano) en el bolsillo.
El oratorio de San Felipe Neri, donde el 19 de marzo de 1812 se proclamó La Pepa, fue parada obligada de ruta, así como las callejas del barrio de La Viña, La Caleta, Torre Tavira (no apta para aquellos que sufren de vértigo y aborrecen las escaleras transparentes con huecos entre los peldaños) y la playa de La Victoria, larga, amplia, de arena fina. Nada mejor que pasar las últimas horas del día recorriéndola de punta a punta, acercando los pies a las olas que van a dar a la orilla.
Demasiado poco para desentrañar las muchas historias que encierra esta ciudad abierta, mestiza, bohemia, contrapunto de “los bigotes señoriales que se pasean por Jerez”, pero buen inicio si lo que se pretende (como es el caso) es regresar a ella algún día, esperemos, no demasiado lejano. Sin embargo, siempre hay que volver al pan nuestro de cada día y, para ello, nada mejor que seis horas de viaje amenizadas con la melodía armoniosa de las voces (y los tonos de móvil estridentes) de un grupo de chonis madrileñas remasterizadas en pijas, que volvían a casa seguras de ser la nueva versión cutre de San Fernando, el rey cristiano que conquistó Sevilla.

Por cierto, si tienen pensado ir alguna vez a Cádiz, miren con MUCHO tiento el lugar en el que se van a hospedar.

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jueves, octubre 04, 2007

Libertad para Birmania

Ya que desde aquí intentamos defender (a nuestra manera) la libertad, nos unimos a Chapu, Rosa, Beti y Noelia, y a muchos otros más que utilizan la fuerza de Internet para pedir la paz y el cambio en Birmania.


Próxima parada

Existía. Candela estaba segura de que existía, porque había visto su nombre en el plano del metro. Ahí, justamente a continuación de la parada en la que se bajaba todos los días. En cambio, aquellas vías que se prolongaban hasta donde su vista podía alcanzar le parecían poco menos que un misterio: “¿Qué habrá en aquella otra estación? ¿Hasta dónde me llevarían los trenes que salen desde allí?”

Cada mañana, acostumbraba a echar una breve cabezada, aprovechando los minutos de trayecto desde su casa hasta el trabajo. La voz enlatada de la mujer que anunciaba la llegada a su estación activaba por segundos su mal humor. Después, echaba el pie al andén, empujada por las mochilas y los bolsos de los viajeros que salían del vagón como una exhalación, y miraba hacia su derecha, observando el hueco negro del túnel por el que después se perdería el tren.

Aquella próxima parada había comenzado a conquistar terreno en sus pensamientos; poco a poco, como un cáncer. Mientras ocupaba su mesa de secretaria a la puerta del despacho de su jefe, un abogado de prestigio, se imaginaba finalizando el trayecto que todos los días se veía forzada a interrumpir. Estaba segura de que la suya no era la estación en la que realmente se tenía que apear, por mucho que, a todos los efectos, así lo pareciera.

Ocurrió. No fue un día de sol, ni tan siquiera se sentía más motivada de lo habitual. El aire no olía más limpio y el imbécil del vecino del tercero esta vez tampoco le había dado los buenos días cuando coincidió con ella en el ascensor. A Candela no le sucedió ninguna de esas gilipolleces que hacen prever el final feliz de toda película ñoña. Sencillamente, llevaba tanto tiempo imaginando los pasos que debería dar para cumplir por fin con el deseo de saber qué había más allá, que aquel día no abrió los ojos cuando la voz plana y fría anunció su parada. Permaneció inmóvil en su asiento de plástico azul hasta que el tren llegó a su destino.

Entonces, una vez se encontró en aquella estación de ferrocarril que tantas veces se había imaginado, encaminó sus pasos decidida hacia la primera taquilla que vio. Miró con firmeza a la chica uniformada que atendía aburrida a los pasajeros tras el cristal y, pronunciando con seguridad cada palabra, se atrevió por fin a preguntar: “Buenos días, ¿me vende un billete para el primer tren que salga hoy?”

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