viernes, abril 28, 2006

Sigue buscando

¿Sabes? Llevo mucho tiempo detrás de ti. Te busco con empeño, de hecho, encontrarte es mi meta. La mía y, diría, la de muchas personas más.
Sin embargo, tienes alma de bromista y te gusta jugar. Eres un pez escurridizo que se escapa de las manos, vendiendo cara su piel. Disfrutas al ver como malgastamos nuestros días en dar contigo, pero te sabes superior y dibujas en tu rostro una cruel sonrisa de niño maleducado cada vez que fracasamos.
En ocasiones, te sentimos de nuestro lado, creemos que, por fin, has decidido quedarte con nosotros. En cambio, siempre decides marcharte, dejando la miel en nuestros labios resecos, aunciándolo con una pequeña nota colocada en lugar visible. En ella, la misma frase irónica que tomas prestada de los premios sorteados en paquetes de café y las latas de conservas... y tu firma: "Sigue buscando. Tusitio".

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sábado, abril 22, 2006

Mis primeros paisanos



Para mí, todo comenzó una mañana de domingo del mes de septiembre. Me desperté tarde, como es habitual en tal día de la semana y fui a la cocina, donde mi madre me dijo algo que me resultaba por entonces completamente extraño: "Anda, ve al cuarto de estar que allí está tu padre con unas cosas que ha traído de las ruinas". Se dispararon las alarmas en mi cerebro. "¡¡Ruinas!! ¿¿¿Pero qué ruinas??? ¿Qué me estás contando, mamá?" Fui corriendo a buscar a mi padre y le encontré afanado en el intento surrealista de pegar un hueso con celo. Encima de la mesa, sobre un papel de periódico, había además unas cuantas piedras y una pieza de metal oxidado. Después de regañarle con cierto grado de disimulada indignación, porque lo que había hecho se llamaba "expolio", le pregunté de dónde lo había sacado y qué estaba ocurriendo, entonces él me respondió que habían salido a la luz unas ruinas al comenzar las obras de un polígono industrial cerca de la zona por la que él siempre pasea. Como es de suponer, le pedí encarecidamente que por la tarde, sin falta, me acompañara al lugar. Quería verlo con mis propios ojos. No me podía creer que en mi ciudad existiera una excavación arqueológica, por muy insignificante que ésta fuera.
Al llegar, pude ver que la zona en la que estaban trabajando era bastante amplia (más grande que un campo de fútbol), y se podía dividir en tres partes diferenciadas. En ellas había infinidad de hoyos repartidos de formas más o menos regular, y en muchos de los cuales no se podía ver nada. Lo más destacable, por entonces, eran una especie de construcciones circulares que se adivinaban en el suelo, situadas en la zona sur de la excavación. Además, el hallazgo se encontraba sospechosamente cerca de los terrenos en los que siempre me había dicho mi padre que se situaba siglos atrás la aldea de Loranca.
Los periódicos aún no habían hablado de este hallazgo arqueológico y, por lo tanto, no sabíamos de qué se trataba. Sin embargo, yo, por entonces, deduje que debía de corresponderse con alguna construcción perteneciente a la Edad de Bronce o relacionada con los pobladores anteriores a la época romana que habitaban el sur de Madrid.
Meses más tarde, las publicaciones locales y algún que otro periódico gratuito comenzaron a hacer referencia a la "excavación arqueológica del polígono El Bañuelo". De esta forma supimos que los restos más antiguos encontrados se correspondían, efectivamente, con la Edad de Bronce, pero que otros ("un eficio de planta rectangular de grandes dimensiones" y dos cementerios, uno con 52 tumbas y otro con 200) pertenecían a la "época visigoda o tardorromana". Además, se habían hallado piezas de cerámica y ajuares del siglo V o VI d. C. Como mi padre y yo habíamos deducido aquella tarde, los arqueólgos también relacionaban los restos con la antigua aldea de Loranca "que ya era conocida por la Carta Arqueológica de la Comunidad de Madrid".
Yo, particularmente, no daba crédito a todo lo que estaba sucediendo y aún, a día de hoy, me resulta un tanto inverosímil pensar que en mi localidad hay un hallazgo arqueológico. Por tal motivo, el pasado Jueves Santo pedí a mi padre que me acompañara una vez más al lugar para comprobar cuál era el desarrollo de las excavaciones y de paso tomar algunas fotografías. Entonces habían salido a la luz unas construcciones más interesantes que se correspondían con lo explicado en los periódicos. Muros de piedra caliza, grandes tejas y baldosines de ladrillo era todo (bastante más que en mi anterior visita) lo que se podía ver, además de unos nuevos hoyos compuestos por diferentes niveles de tierra negra (restos de escoria).
En esta ocasión pude sospechar algo que ni tan siquiera imaginé la primera vez que fui. Una de las tres zonas en las que se divide la excavación (la localizada más al norte) se encuentra a muy escasos metros de la nave en la que se sitúa Papelera Española-Holmen Paper, construida hace menos de diez años. Comprobando la ubicación de dicho edificio y la de las excavaciones resulta IMPOSIBLE pensar que en su construcción no se encontraran absolutamente nada. A lo mejor peco de mal pensada, pero en el caso de que por aquel entonces salieran a la luz parte de los restos hallados este verano en el polígono El Bañuelo muchas bocas tuvieron que quedar cerradas.
Pensando en el futuro que a estas ruinas les espera pondría la mano en el fuego al asegurar que dentro de unos años habrán desaparecido del mapa como por arte de magia y que las naves de El Bañuelo se situarán encima de ellas al igual que si nunca se hubiera encontrado nada. Quizá los restos localizados no sean lo sufientemente importantes como para habilitar un recinto de cara a las posibles visitas de un hipotético público. Quizá no sean lo suficientemente importantes como para no volver a taparlos a pesar de que ya se refieran a ellos como "el hallazgo más importante de la región". Quizá mi vena de historiadora me esté dominando, pero lo que sí sé es que, para no romper con la tradición fuenlabreña (y por extensión, española) los intereses comerciales e industriales primarán más que los intereses culturales e históricos.

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lunes, abril 17, 2006

Father and daughter

Gracias a Raúl he descubierto este corto del animador Michael Dudok de Wit. Os invito a que lo veais, es una verdadera delicia.
El valls que acompaña a la imagen se llama Waves of the Danube de Iosef Ivanovici. Sin él la historia no sería la misma.

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Hay un carcelero en cada esquina de la habitación, en cada esquina de la casa. Su competencia se extiende a cada uno de los lugares por los que va, le persiguen sin dejar de observar cada uno de sus movimientos, de sus gestos, sin dejar de escuchar cada una de sus palabras. Ella no deja de sentir sus ojos clavados en la nuca. A veces se resigna, otras se rebela. Casi siempre sus esfuerzos son vanos y los carceleros ganan la partida.
Ocupa su mente en urdir diferentes planes para hallar la salida y los guarda bajo clave en una caja fuerte imaginaria, esperando el día señalado para ponerlos en marcha.
El domingo es el garbanzo negro de la semana.

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sábado, abril 15, 2006

La vida color AzulOscuroCasiNegro


Me gusta el cine. No soy ducha en el tema, no podría ponerme a debatir sobre cuál es la mejor película de todos los tiempos, pero disfruto sentándome en una butaca. Sin embargo, veo pasar por la cartelera muchas películas que llaman mi atención y que acaban por ser retiradas sin que, finalmente, consiga verlas, aunque siempre hay honrosas excepciones... Esto es lo que ha ocurrido con "AzulOscuroCasiNegro".
Supe de esta película gracias al triunfo que cosechó en el pasado Festival de Málaga. Tras ello, vinieron los sucesivos reportajes del estreno en Madrid y alguna que otra entrevista al director (para el que éste era su primier largometraje) y a los actores protagonistas. Pintaba bien, pensé que sería una de esas películas que me interesan y que no logro ver porque nadie quiere acompañarme. En cambio, hace unos días mis amigas me propusieron ir al cine, y con gran sorpresa por mi parte, se decidieron por "AzulOscuroCasiNegro".
Cuando abandonas la sala te pueden quedar tres sensaciones: haber desperdiciado el tiempo, indiferencia o satisfacción por haber visto una película que te ha tocado la fibra sensible o que te ha hecho pensar.
En este caso, yo sentí la tercera. "AzulOscuroCasiNegro" no habla de los grandes problemas que acechan a la humanidad ni exige un gran esfuerzo intelectual por parte del espectador, pero sí es una película que pone sobre el tapete las pequeñas tragedias particulares de personas de hoy, de las dudas que pueden plantearse a cualquiera de nosotros y de las decisiones aplazadas. Es una historia intimista (tengo predilección por el intimismo... ¿se nota?) con la que es difícil no sentirse identificado en algún momento. En ella, además, no falta la crítica social combinada con toques de humor. No dejéis de ir a verla. ¡Os la recomiendo!

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martes, abril 11, 2006

Fuenlabrada, ayer y hoy


"Aquel camino que se ve al fondo se llama la Vereda de los Carcajales y todo este llano de aquí, la Estacada. Esa zona de árboles que está al lado del campo de fútbol es la Fuente del Brujo y vamos a llegar ahora al Tejarejo. Le daban ese nombre porque cuando antiguamente la gente labraba en ese terreno sacaban muchas tejas, y es que es donde hace siglos estuvo la verdadera aldea de Loranca".
¿Alguna vez os he dicho que odio Fuenlabrada? ¿Que detesto con todas mis fuerzas este lugar en el que siempre ha vivido mi familia? Quizá sea más conveniente hablar de una relación amor - odio. Explicaré por qué:
Hasta hace cuarenta años esta ciudad era tan sólo un pueblo de labradores en el que vivían unos cuantos miles de habitantes. Casas bajas y asimétricas, calles llenas de barro, fuentes y mulas era todo lo que se podía ver. Una pequeña mancha blanca presidida por la torre de una iglesia al inicio de la llanura manchega, en mitad del camino que unía Madrid con Toledo.
Al llegar septiembre los fuenlabreños celebraban (y celebran) las fiestas patronales, el 9 de marzo iban a Cubas de la Sagra en romería y el 26 de diciembre honraban a San Esteban, santo cuyo nombre lleva la iglesia, construida en el sigo XVII.
En torno a los años 60, Fuenlabrada, que por suerte o por desgracia se encuentra muy cerca de Madrid, comenzó a sufrir una metamorfosis que la llevaría a convertirse en una ciudad dormitorio del sur de la capital, lo mismo que ocurriría con Móstoles, Getafe, Leganés y Alcorcón. La emigración del campo a la ciudad que España vivió después de la posguerra hizo que estos municipios recibieran con los brazos abiertos tanto a campesinos como a arquitectos y albañiles, hasta convertirse en lo que son hoy, grises ciudades dormitorio del sur de Madrid. Calles y avenidas flanqueadas de nichos de hormigón y cemento, parques sembrados de cagadas de perro, campos de fútbol con porterías derribadas, grandes obras de arte urbano que llevan la firma "El Nano quiere a la Chuchi". Esto es hoy Fuenlabrada, cuna de especímenes gita-tunning y de niñas cuya única meta en la vida es labrarse una fructuosa carrera como peluqueras de barrio (con todos mis respetos a las peluqueras de barrio, sin su contribución económica las revistas del corazón no serían lo mismo).
Sin embargo, en la generación de mis padres aún queda latente lo que Fuenlabrada fue una vez, los recuerdos de aquella pobreza, pero también de aquella verdad. Conocimientos prácticos de gente de campo, una herencia que poco a poco se va perdiendo y que mi padre intentó transmitirme en los escasos paseos que dimos hace años por los pocos metros que la ciudad no le había ganado aún a la tierra.

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viernes, abril 07, 2006

Historia a tres bandas

"Bar Chicote. Calle Gran Vía, Madrid. Son las 2.30 de la madrugada. Entran un hombre y una mujer.
Ella va vestida con un traje chaqueta negro, blusa blanca, y zapatos de bailarina oscuros con un entramado sinuoso de líneas blancas. Situada en la segunda mitad de su treintena. Pelo corto y suelto, a la altura de la nuca.
Él parece algo mayor, quizá los cuarenta bien cumplidos. Traje chaqueta gris perla, corbata azul. Gafas que le dan una aire de haber sido un empollón.
Cada uno porta una bolsa de papel amarilla idéntica.
Se sientan. Él pide un mojito. Ella un combinado.
Tres observadores: David, Moeh y Covadonga. Los tres montan cada uno su historia:"


El taxi arranca y ella se aproxima a su portal. Entre cansada y decepcionada mete la llave en la cerradura y da la luz, sorprendiendo a una pareja que se había refugiado en el hueco de la escalera para hacer un viaje de 30 minutos… quizá de 60. De regreso a Madrid, intentan esconder su rubor de posibles gestos recriminadores, pero ella se limita a mirar hacia el lado contrario con cara de fastidio.

En la radio del Audi se escucha el boletín de Radio Nacional. No hay mucho tráfico en la ciudad a estas horas, pero se lamenta por el incordio que causan las obras en la M-30. “Por mucho que votara a Gallardón, esto es una puñetera mierda”. Entonces, mientras sostiene con firmeza el volante del A-6, discute consigo mismo sobre cuestiones políticas y económicas, mientras su ego intelectual crece en actitud narcisista.

La casa permanece en la imperturbable quietud de siempre. Todo perfectamente ordenado, todo en su sitio. “¿Quién iba a cambiar las cosas de lugar?” Se tumba sobre la amplia cama del dormitorio y cierra los ojos por un momento. Si por ella fuera se quedaría dormida así, vestida, pero se incorpora de nuevo. Sobre el mostrador, ve la bolsa amarilla del IFEMA y siente un profundo arrepentimiento. “No debería haber ido. ¡Qué digo! Debería haber ido… pero sola”.

Ecos de ciudad fantasma en el barrio residencial. Todos duermen mientras él aparca el coche con milimétrica exactitud en su plaza de garaje. No le gustan los garajes, son lugares demasiado apropiados para convertirse en el escenario de un crimen. Abre el maletero para sacar el portátil y encuentra junto a él la bolsa amarilla del IFEMA. Al verla sonríe y piensa en ella. “¡Qué mujer tan agradable! Creo que le causé buena impresión. Seguramente le llame el domingo y la proponga comer en L’hardy”.


El aguijón de la luz del cuarto de baño se clava en sus pupilas, ha de cumplir con la rutinaria sesión de belleza antes de acostarse. No sabe muy bien por qué sigue haciéndolo, el espejo continúa devolviéndole un rostro de mujer renegada que ninguna crema sería capaz de borrar. Hay muchas cosas que jamás podrán borrarse, mientras otras nuevas hacen acto de presencia cada día. Esta noche deberá hacer una nueva muesca en la culata invisible del fusil de sus frustraciones.

Dos yogures con bífidus, un bote de alcaparras, un pedazo de queso, tres cervezas de Malta, una lata de anchoas, un tupper con lechuga picada y dos filetes de emperador son despertados de su sueño cuando abre la nevera. Uno de los botellines de Malta tiene los minutos contados. Se siente satisfecho por el transcurso del día y quiere celebrarlo, darse un pequeño homenaje. Mañana acudirá al bufete con una ancha sonrisa y todos le palmearan la espalda comentando el buen aspecto que tiene desde hace algunas semanas. Las nubes de tormenta aún están muy lejos y ni tan siquiera ha percibido el olor a tierra mojada.


De: Mauricio Fernández Lagasca
Enviado el: Sunday, April 02 18:50 PM
Para: Carmen Salgado Ortés
A lo largo de esta semana se celebrará en el IFEMA la Feria de las Antigüedades y el Coleccionismo. He pensado que, como es algo que a ti también te gusta, podríamos pasar la tarde allí el jueves que viene, después del trabajo. Así nos podemos conocer por fin en persona. Sabes que estoy deseándolo. ¿Qué te parece? Un abrazo.

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Destinado a destruir una mala idea.




INVENTARIO DE LUGARES PROPICIOS AL AMOR
Son pocos.
La primavera está muy prestigiada,
pero
es mejor el verano.
Y también esas grietas que el otoño
forma al interceder con los
domingos
en algunas ciudades
ya de por sí amarillas como
plátanos.
El invierno elimina muchos sitios:
quicios de puertas orientadas al
norte,
orillas de los ríos
,bancos públicos.
Los contrafuertes exteriores
de las viejas iglesias
dejan a veces huecos
utilizables aunque caiga nieve.
Pero desengañémonos: las bajas
temperaturas y los vientos
húmedos
lo dificultan todo.
Las ordenanzas, además,
proscriben
la caricia (con exenciones
para determinadas zonas
epidérmicas
-sin interés alguno-
en niños, perros y otros animales)
y el «no tocar, peligro
de ignominia»
puede leerse en miles de miradas.
¿Adónde huir, entonces?
Por todas partes ojos bizcos,
córneas torturadas,
implacables pupilas,
retinas reticentes,
vigilan, desconfían, amenazan.
Queda quizá el recurso de andar
solo,
de vaciar el alma de ternura
y llenarla de hastío e indiferencia,
en este tiempo hostil, propicio al
odio.

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martes, abril 04, 2006

Artista sin público



Visionando hoy en clase de cine la película "Un perro andaluz", nuestra profesora nos ha advertido de que sus creadores, Luis Buñuel y Salvador Dalí, no la hicieron para que fuera entendida por el público, sino que su interés se encuentra en la provocación y el impacto que estos dos artistas intentaban crear en el espectador.

Esto me ha hecho pensar sobre la intención con la que el artista crea su obra. Desde mi punto de vista, el autor, aunque no llegue a confesarlo o aunque su excentricidad le obligue a mostrarse como un absoluto incomprendido, siempre busca la identificación del receptor (aunque se trate de un número ínfimo de personas) con su creación. A través de ella intenta encontrar a personas dignas de recibir toda la carga de conocimientos o de ideas que con ella quiso expresar, busca encontrar su "alter ego". No hay artista que desee permanecer siempre en el ostracismo, el rechazo o la incomprensión, eso está muy bien para alguien que empieza y quiere cubrirse de rebeldía. Realmente, los autores esperan que alguien descubra su genialidad y les convierta en ídolo de élites... o de masas. Aunque esto último, evidentemente, también sería discutible.

Muchos de los que lean el párrafo anterior me dirán que en no pocas ocasiones las obras son el producto de la necesidad casi íntima que el artista tiene de expresarse, de plasmar su mundo interior en algo material y duradero, o material y efímero (como ocurre con los toros, sí soy taurina), y no les faltará razón. Sin embargo, ¿qué es un mensaje sin receptor, sin descodificación? La nada, no existiría, aunque alguna vez alguien se tomara la molestia de crearlo.

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lunes, abril 03, 2006

Canción del verano

¡Qué seria me pongo a veces! ¿Verdad?

Pues pinchad en este link para que os echéis unas risas. Que sepáis que va a ser la próxima canción del verano, nos guste o no (es broma). ¡Un saludo!

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Volver (publicado en febrero de 2006)

Volver con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien.
Estoy llegando al final de mis días y siento que toda mi vida giró y ha girado tan sólo en torno a aquellos años de lucha y firme ideología. Si no fuera así, no habría vuelto a mi país para morir y ser enterrado en esta tierra cuyo futuro se nos escapó de las manos a la generación de “rojos” de aquel entonces. México hasta hoy ha sido mi patria. ¿Patria? ¿Y qué es la patria? Cuando tuve que salir huyendo de España después de perder la guerra sentía que dejaba tras de mí todos mis impulsos vitales. Hoy siento que no formo parte de ningún sitio. El desarraigo ha arraigado en mí abonado por un sentimiento de derrota que solamente me abandonará cuando venga a buscarme la muerte, que ya espera agazapada en la esquina más próxima.
Sentir que es un soplo la vida, que veinte años no es nada.
A pesar de todo, hoy regreso para reencontrarme con los fantasmas que me han estado acompañando a lo largo de todos estos años. Cada día acudían a mí prontos a despertar mi recuerdo y mi conciencia nombres de compañeros caídos en el frente, inesperados gestos de solidaridad y las sombras de ese sentimiento profundo que une a aquellas personas que defienden en común una causa que creen justa.
Qué febril la mirada, errante en la sombra te busca y te nombra.
En aquellos días marcados por el miedo y la euforia pude ser testigo de la bipolaridad que siempre planea sobre la condición humana. Jamás olvidaré a aquellos milicianos junto a los que luché, verdaderos amigos que cayeron destrozados a mi lado por el impacto de un obús o azotados por la ráfaga de la metralla enemiga. En el recuerdo de aquel tiempo también está presente la imagen, el olor y el calor de la meuca con la que me olvidaba por un momento de todo el horror del combate. Aquel cuerpo ajado y desgastado era mi refugio, a pesar de que en cada poro de su piel estaban escritas las huellas de otras manos, de otras bocas, de otros brazos. Junto a ella encontraba ese instante de paz necesario para continuar sintiendo de cerca el corrosivo aliento del peligro.
Vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo que lloro otra vez.
Tuve suerte y me escapé de la muerte, pero en cambio viví con la pesada carga causada por lo perdido, por el intento frustrado y por la duda del esfuerzo vano. A pesar de ello, mi espíritu republicano nunca me ha abandonado, y a esa que según digo está escondida en cualquier cercano rincón para cortar mi cabeza con su guadaña la saludaré del mismo modo que empleaba con mis compañeros: “¡Salud y República, camarada!”.

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Tu mundo está burlándose de mí (publicado en noviembre de 2005)

Tan puntual como siempre mi despertador suena a las siete de la mañana. Mala suerte: la encargada de hacerme salir de mi sopor ha sido nuestra canción, aquella con la que nos conocimos, la misma que acabaría poniendo banda sonora a nuestra historia. Así comienza mi día. Un día, una mañana, otra tarde, una más.
Una ducha, unas tostadas. Aún abotargada, mojo las magdalenas en el café, casi inconscientemente. Movimientos mecánicos que forman parte de mi rutina... solitaria. Echo de menos tu periódico en la mesa, a primera hora. Tu voz, clavándose en mis oídos, todavía dormidos, mientras me recordabas con persistencia que si no me daba prisa llegaría tarde al trabajo.
El abrigo en la percha espera arropar mi cuerpo. Creo que es el único que desea hacerlo ahora. Sin embargo, su calor artificial no impide que la escarcha de la mañana, una vez en la calle, se meta en mis huesos. "No es normal - pienso -, antes no me sucedía". Será que el frío corporal también entiende del frío de espíritu...
Las calles, los coches, la parada de metro, todo ha cambiado de color. Me parece que mi entorno ha adquirido el tono gris de este odioso invierno. Un joven, en la entrada, me extiende un ejemplar del periódico gratuito de siempre. Echo un vistazo a la portada y leo en titulares una noticia que habla sobre la ciudad que tanto queríamos visitar. ¡Cuántas horas de ilusiones malgastadas planeando un viaje que nunca se llegaría a realizar!
La mañana discurre tranquila, pero lenta, bajo las inoportunas preguntas que sobre ti me formula algún que otro compañero despistado. Odio tener que dar explicaciones sobre lo que ha ocurrido. Un final repetido en sinfín de ocasiones que ya empiezo a ver como algo ajeno, al igual que alguna de aquellas historias que nuestras abuelas nos contaban de niños y que el paso del tiempo y las distintas versiones alejaban de la realidad.
Mi ineludible cita con el café de cada tarde me lleva a ocupar aquel rincón escondido de nuestra cervecería. Yo me he negado a abandonarla y tú, sospecho que por mi culpa, no has vuelto a cruzar su puerta. Leo el periódico, entre distraída y ausente, mientras observo que estoy rodeada de parejas jóvenes, de esas que se prodigan caricias y arrumacos a cada instante. Me traen a la memoria el recuerdo de nuestro primeros años. Aquel muchacho se parece a ti, algo en su mirada dibuja en mi mente la imagen de la tuya. "La cerveza ya se ha instalado en ella", me decías, aludiendo a tu afición al alcohol cada vez que yo lanzaba frases halagadoras sobre el color miel de tus ojos. Quién sabe, tal vez aquel niño que empezó a formarse dentro de mí y que se quedó sin cara y sin nombre, a causa de mi maldita naturaleza enfermiza, podría haber sido como él dentro de veinte años.
Recorro con parsimonia el trayecto que me lleva a casa. Ya no hay nada que me haga subir los escalones apresurada, con una sonrisa en los labios, ni buscar las llaves nerviosamente entre el desorden de mi bolso. Ya nadie me espera, sólo el alma dormida de tu sillón, de tu taza en la alacena, del cenicero vacío de colillas. Todo parece hueco entre estas paredes. Pero, curioso, tu fantasma me persigue por cada rincón. Siento tus brazos rodeando mi cintura mientras preparo la cena, tus dedos picoteando la ensalada y tu respiración a mi lado, cada vez que me despierto en mitad de la noche, ocupando el "hueco vacío de la cama". Desde que todo terminó, lo único que deseo es caer en un estado permanente de letargo. El sueño es la única tregua que me concede tu ausencia.

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Un año (publicado en julio de 2005)

Hace un año a estas horas ya estaba contigo. Estábamos juntos, en el sofá de tu casa, comiendo un helado a medias y viendo la televisión. Esa tarde me había recorrido los quinientos kilómetros que separan Madrid de Sevilla metida en un autobús, cargada de ilusiones, dispuesta a ofrecer lo mejor de mí para que en aquellos cinco días todo saliera perfecto, tal y como, finalmente, ocurrió. Sólo nos falló el final...
Lo recuerdo todo al detalle, nítidamente. Recuerdo especialmente el sol que hacía en mi Sevilla a las ocho de la tarde, cuando "el autocar chillón" entraba en Plaza de Armas. Mis nervios. Tú, vestido de azul, esperándome en la dársena con carita de expectación. Tu perilla. Lo guapo que estabas. Las calles del centro de la ciudad, repletas de gente, que apuraba el tiempo para hacer las últimas compras del día. Plaza de la Encarnación. El autobús número 32. Mi maleta, enorme, estorbando a los viajeros. Yo, intentando constantemente llamar a mi madre para decirla que había llegado bien, a pesar de que el teléfono no dejara de comunicar. Tu casa, por fin, pequeña pero acogedora; un típico piso de estudiantes. El bar aquel, en el Nervión Plaza, al que fuimos a cenar y que nos volvería a ver juntos más tarde. El estadio Ramón Sánchez Pizjuán. Tu casa de nuevo. La azotea, de noche. Ahora sí, el sofá y el helado. Mis nervios de nuevo, sabiendo que faltaba poco para que sucediera. Aquella habitación. Mi pijama rosa. El primer beso que nos dimos. La ventana y tú abrazándome por la espalda. La noche de Sevilla, su calma. Las dos camas juntas...
Tu facultad. Tus aprobados. Tu barrio. Nuestras siestas. La ducha. "La Pasión de Cristo". Tú dormido en el sofá, agotado.
Aquel abrazo que me diste nada más despertar y que me supo a gloria. Las calles de Sevilla. La Universidad en el edificio de la antigua fábrica de tabacos. El Guadalquivir. Mi Maestranza. El barrio de Santa Cruz, indescriptible. Aquel bar de las columnas. Sierpes, Plaza Nueva, la Campana, Goyeneta, San Eloy... De nuevo Plaza de la Encarnación y el autobús número 32, que nos llevaba de regreso a tu barrio. Otra vez el Nervión Plaza. Una nueva siesta... Las fotos de tu ordenador. "Troya". Las caricias en el cine.
Un nuevo paseo por tu barrio. El calor. El Corte Inglés. Tus farfalle con salchichas. La última tarde. Nuestra conversación en el sofá. Lágrimas. Palabras que no se olvidan. La cena en el Gino's. La terraza en la que nos sentamos en San Bernardo. Tu vecino, aquel con el que nos cruzamos y que se quedó mirándome... Tú con las pinzas en la mano, sacándote pelillos de la barba, tranquilamente, para más tarde afeitarte... a la una de la madrugada. La última noche juntos...
Mi angustia al despertar, sintiendo que se me escapaban las horas. Antonio Orozco. Las prisas de última hora. El taxi que nos llevó hasta Plaza de Armas. Tu mano, que buscó la mía al pasar por la Maestranza. La pena, que aumentaba por momentos. La profunda tristeza que sentí al ver aparcado al "autobús chillón", que parecía esperarme solamente a mí. La despedida. Humedad en las mejillas. Yo subiendo al autobús, con el corazón hecho pedacitos. Tú, con cara de circunstancias. Tú, subiendo las escaleras mecánicas, alejándote poco a poco. Tú, finalmente, dándote la vuelta para decirme adiós con la mano y luego desaparecer tras aquel muro. Vacío absoluto. Soledad.
Después llegaron más llantos, peores aún. Las desilusiones, los desengaños, el dolor, tu silencio... Conociste a otra, estás con ella. A mí han vuelto a hacerme feliz, me han devuelto la confianza. Sin embargo, no he dejado de acordarme de ti. No he dejado de recordar algún pedazo de aquella historia, de aquellos días que pasamos juntos y que para mí fueron maravillosos. Como cabe esperar, no podía dejar de acordarme hoy, precisamente hoy, cuando se cumple justo un año de aquel viaje que para mí significó tanto. Tal vez volvamos a vernos pronto. Las cosas serán muy distintas, tendré que encajar como mejor pueda un último golpe... Sin embargo, ahí sigue mi amistad, sincera, por el recuerdo de esos días y de todo lo que he sentido por ti.

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Comienzo



Lo cierto es que no me gustan mucho los comienzos, todo es adaptación, hasta que uno no se acostumbra a la nueva situación.

De antemano he de decir que no prometo la luna. Tan sólo soy una estudiante de Periodismo a la que le gusta escribir de vez en cuando, más que el estar al tanto de la actualidad, he de reconocerlo. Sí... estudiante de Periodismo que se autodefine como una historiadora frustada.

Este no es el único blog con el que cuento. Me inicié en esto con un espacio personal de MSN y también tengo un fotolog. Para que este nuevo no esté tan vacío incluiré algunos de los textos que ya publiqué con anterioridad.

En estas circunstancias, dejo inaugurado mi blog y os invito a que me leáis, me critiquéis, me deis ideas y participéis de este mundo por montera que es tanto mío como vuestro.

¡Un saludo!